sábado, 4 de noviembre de 2006

Corcobado y Clovis: TAF (Arroyomolinos)

Foto: Javi Bernal
Si estoy bien informado, Corcobado no agitaba el sistema límbico de sus seguidores madrileños desde que presentase en la sala Caracol su anterior trabajo “Fotografiando al corazón” el 21 de mayo de 2003. Quien escribe estas líneas estuvo en ambos conciertos así como en otros muchos de su dilatado devenir musical, por lo que me atreveré a hacer una crónica con perspectiva temporal.

No obstante comenzaré por el presente o pasado inmediato, el concierto de Arroyomolinos, en la sala TAF. Esta sala, bastante más que una sala de conciertos, está, como aquel que dice, en el quinto pino y en un paraje desolado, como aislado de cualquier otra acumulación humana. Tal es así que la única forma cómoda de llegar es en coche. Todo ello no favorece la afluencia de público precisamente.

Fuimos los primeros en llegar; un cubo de cemento con una cancela metálica, un portero y un guardia de seguridad. Algo de frío y llovizna mientras esperamos en soledad la apertura de puertas. Al rato llega un coche con 5 ocupantes entre los que se distingue a Javier en la plaza de copiloto. Se les abre y entran, nosotros detrás. Todo moderno y limpio, casi aséptico, como el garaje de un edificio en una urbanización sin habitar. La sala de conciertos, es un cubo austero, decorado con algún que otro cartel y una pantalla de videoproyección que con un criterio de adecuación un tanto discutible mostraba un dvd de Brian Adams y otro de Robbie Williams; el escenario, alto, es amplio y frío. La barra tiene forma de L. Unos carteles anuncian bocadillos y sandwiches. Muy poco a poco va entrando gente, Corcobado sale de camerinos y se acerca a la barra acompañado de Fino (Clovis) a tomarse algo. Nos saluda con cortesía.

Una media hora después, salen Clovis al escenario. Es un dúo de aspecto apacible, el formato básico de Clovis, electroacústico. Se percibe la sensación de vacío, de espacio desocupado tanto en el escenario como bajo este. Poco a poco, como en una tímida ola, los presentes nos acercamos a los ejecutantes que con una guitarra y un teclado, además de bases y guitarras pregrabadas, comienzan a llenar el espacio de armonías agridulces y lánguidas; bella voz femenina que pulsa teclas delicadamente mientras la guitarra descodifica el tiempo y lo hace tangible. Pese a todo, no hay calor, no hay murmullos, ni risas, ni toses, ni humo, sólo los aplausos de las escasas manos tras cada composición, y se presagia que así seguirá. El resultado es algo melifluo, se hecha de menos una banda, se echa en falta densidad, cuerpo. La chica, Cristina, nos anuncia que nos espera algo intenso con Corcobado. Eso ya lo sabía yo, pero bueno.

Javier y su grupo no se hacen esperar demasiado. El semblante de Javier es indicativo, sonríe con frecuencia, el duro e impenetrable rictus se relaja en ocasiones mostrando alivio y contento, mostrando otra cara del creador de catarsis, una faceta inimaginable en los tiempos en que presentaba, por ejemplo, “Tormenta de tormento” en la sala Revolver de Madrid.

“Editor de sueños”, el título del trabajo presentado, también suena más sereno que aquel. Si no recuerdo mal, son 3 los temas que tocan de los no incluidos en este último trabajo: “Secuestraré al amor”, “Desde tu herida”, y ... no recuerdo la tercera. El sonido es impecable, las 5 cuerdas del bajo de Salvador Soto me roban la atención hasta que es la frialdad del rostro de Vera Acacio la que me despista. A continuación observo a Paula Grau, con un aire también distante. El batería (no conozco su nombre) también ejecuta imperturbable los temas, y es Corcobado quien contrasta abruptamente con una intensidad que, si bien no es el abrumador vendaval de tiempos pretéritos, aún hincha su yugular y horripila su vello.

Si me piden que me quede con una de las canciones nuevas, elijo “Pequeña muerte”, quizás la más corcobadiana de todas. Concluiré que me quedo con las ganas de ver una nueva presentación del disco en un escenario algo más cálido ¿quizás en El Sol?

Como comentario final, una experiencia personal. Yo coincidí con Javier Corcobado en la fiesta de un amigo, allá por 1983. Corrió el alcohol y sobre las 4 de la mañana alguien puso una película porno. Después nos enzarzamos en un debate caótico en el que conocí a un Corcobado melenudo de 22 años que a la postre se llevaría mi cartera a casa por error. Cuando acabó el concierto de Arroyomolinos, me acequé junto a Javier Bernal al escenario, donde Corcobado se agachaba a recoger sus pedales. Y para mi sorpresa no imaginada, antes de que mediase yo palabra, recordó aquella fiesta y el incidente de la cartera, lo que sirvió para recordar un retazo de aquellos tiempos en los que 429 engaños o Mar otra vez se dejaba ver y oír en Rockola. Al cabo de otros 22 años me veo viéndole en directo por enésima vez y recordando aquella etílica fiesta. Me sentí muy bien.

[Carlos Burguete. Nuevaola80 Madrid]

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