sábado, 27 de mayo de 2006

Brighton 64: Gruta 77 (Madrid)


Excelente ambiente el que se vivió anoche en la sala Gruta 77 para despedir la minigira de tres conciertos que ha vuelto a reunir a los barceloneses Brighton 64, todos unos iconos mod a pesar que tanto su inspiración como sus influencias vayan mucho más allá, desde su despedida como grupo allá por el año 89, si bien ya habían repetido fórmula con anterioridad (para el recuerdo queda una actuación, una vez ya separados, en el Sidecar Factory Club de su ciudad de la que se hicieron cumplido eco los medios), señal inequívoca de demanda (a lo mejor se acaba haciendo justicia histórica con ellos y su aportación al pop español) en estos tiempos algo carentes de imaginación y de que a ellos mismos les sigue divirtiendo montarse encima de un escenario para citarse con el pasado, como nos comentaban al acabar la actuación.

Lambrettas en la puerta, corbatas estrechas, patillas y flequillos imposibles, chapas de los Jam, combinaciones op art, minifaldas de cuadros, pantalones ajustados al límite que los genitales permiten ... toda una parafernalia vestida de gala para una ocasión como la que se pintaba para recibir a los hermanos Gil y sus perceptivas Rickembacker, los años les ha podido moldear el físico pero no el talento ni el espíritu, más Tino Peralbo en las baquetas (¡¡¡ que manera de golpear, oiga ¡!!) y Jordi Fontich, tocado de sombrero tirolés, a las teclas del Hammond, o lo que es lo mismo, la banda de la época Emi, a la larga la que mayor repercusión popular tuvo, si bien ni la mediática ni la de sus fieles incondicionales les ha abandonado a lo largo de la que fue su carrera si damos por hecho que la misma ha concluido ... está por ver.

Poco importó el retraso el comienzo, el calor sofocante de la sala, razonablemente llena, y que sobre el ecuador del concierto uno de los amplificadores Marshall dijera ¡¡¡basta ¡!! (la logística funcionó con eficacia y celeridad), Brighton 64 hizo una impresionante descarga de R & B, máximum R & B, con guiños soul y, sobre todo, un compendio de canciones de pop directo y vigoroso de esencia sesentera que engancha/enganchó con facilidad supina, norma elemental en las composiciones de los Gil.

El concierto la abrió "La calle 46" y "En mi ciudad" (muy aplaudidas), seguidas de "Dónde yo caí", "Fotos del ayer", "Conflicto con tu ayer", "Barcelona blues", "El mejor cocktail", "Bola y cadena", "Palabras con sabor" (otra de las más celebradas), "La ley del mínimo esfuerzo", "Ponte en marcha para mí" y otro ramillete de sus clásicos por los que no ha pasado la cuchilla del tiempo fueron sonando impecablemente una tras otra para gozo de los asistentes, que no pararon de hacer coros y botar a lo largo del concierto, sin dejar resquicio (no había lugar) ni al aburrimiento ni a la relajación, en cuanto ésta hacía el más mínimo atisbo de aparición, allí estaba el ínclito Jordi Fontich para, a ritmo de pandereta, reenganchar a la gente al espectáculo. Todo un tipo, un animal de escena que acabó extenuado según propia confesión.

Los bises guardaban dos agradables sorpresas ("Deja de tocar a mi chica" hubiera sido demasiado), el "Igual, no da igual" que sonó especialmente bella y una versión extendida de su excelente "La casa de la bomba" que acabó con Albert y Ricky tocando por los suelos para delirio de la peña, no por ser los "jefes" iban a dejar de demostrar ni su carisma ni su buena forma. Impresionante, propio, sin duda, de una banda curtida en la independencia y en el directo, que fue una de sus mejores bazas como lo demuestra el hecho de que con mayor o menor frecuencia e implicación (llámense a posteriori Brigatones y Matamala y a nivel de Ricky, The Top Models en la actualidad) no han parado de tocar desde hace más de veinte años, algo tenían y algo deben de tener para que la crítica, con unanimidad, les haya tratado bien y que sus conciertos reúnan sorprendentemente a tres generaciones, se puede decir sin ánimo de petulancia que pocos grupos logran un sonido tan contundente y brillante y un espectáculo tan fresco y actual dentro del entramado pop, como el que tuvimos la suerte de oir y deleitar.

Adeu, hasta cuando queráis

[Aurelio Sánchez. Imágenes: Javi Bernal, Nuevaola80]

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