viernes, 19 de enero de 2007

Malevaje y Corcobado: El Sol (Madrid)

MALEVAJE, LOS TANGOS DE LA MOVIDA

No debe ser sencillo recomponer un grupo que lleva dos décadas en estado latente (al menos que yo sepa), y así, el Malevaje apareció en escena representado por la mitad de sus componentes, léase Antonio Bartrina a la voz y Fernando Gilabert al contrabajo. Mucha expectación, un ambiente muy cálido, abrazos y reencuentros bajo el escenario, Alberto García Alix pertrechado en primera fila con una cámara analógica, si bien pequeña; la luz de los pequeños focos que iluminan las partituras de Fernando genera un marcado contraste con la negrura de las ropas y del rotundo contrabajo.

Comienzan; amplia presentación de Antonio acompañada de ingeniosas ironías y cómicos comentarios dirigidos a personajes anónimos entre el público; ante todo calidez y proximidad. Se van sucediendo los tangos, algunos nuevos, otros menos… y por supuesto los que no podían faltar como Malevaje o Garufa. La audiencia, incluido un servidor, cantaba sin reparo las letras que venían a la mente como si las hubiese aprendido en la infancia.

Hubo un bis muy aclamado y un detalle por parte de Antonio Bartrina justificando su no extensión en el tiempo aduciendo que su amigo Javier esperaba para salir al escenario. En definitiva, un placer. Me quedé con las ganas de hablar un rato con Fernando Gilabert al final del concierto. Somos colegas en el sentido clásico de la palabra.

CORCOBADO, NOSTALGIA EN ESTADO PURO

Unos 10 o 15 minutos tras terminar Malevaje, aparecen Corcobado y compañía.

Antes de nada me permitiré la licencia de contar muy brevemente una historia. En el anterior concierto de Javier en Madrid, en la sala TAF, recordamos viejos tiempos tras lo cual Javier me pidió que localizase a una persona encantadora, amistad común de ambos. Dejé el tema aparcado hasta ayer mismo, día en que Corcobado tocaba en El Sol. Tras varias llamadas localicé a esa persona a la que hacía 21 años que no veía y la inste a acudir al concierto. Accedió. Al final, tras ir a camerinos, salió de nuevo Javier al escenario, momento en que se encontraron de nuevo dándose un sentido abrazo.

Esta historia que quizás alguien encuentre improcedente en la presente crónica, ilustra la atmósfera general que yo percibía, cargada de intensidad, calor, fuerza… y sí, cierta nostalgia. Otro momento a destacar fue el abrazo que se dieron Javier y Alberto Garcia Alix cuando aquel reconoció a éste en primera fila cámara en mano.

Corcobado y sus músicos repasaron el último trabajo “Editor de sueños”, pero afortunadamente rescataron algo de otros tiempos, como “Corazón roto en 2.000 pedazos” de cuando atendían por Demonios tu ojos, y la convulsiva y genial “Mueve el vientre”, además de “Desde tu herida”, que parece ya haberse hecho “titular” en el repertorio reciente del incansable.

Viniendo a colación, hay que destacar que Javier Corcobado es de los pocos poquísimos de los convocados para esta serie de conciertos que ha continuado creando sin apenas hiatos desde aquellos tiempos florecientes, lo cual, al menos ante mis ojos y oídos, anula el factor emocional que supone traer un simulacro del pretérito lejano al presente ya que he seguido su carrera y sus conciertos fielmente. Pero esa pérdida del elemento sorpresa queda a mi entender abrumadoramente eclipsada por su caudal de formidables creaciones que han salpicado estás dos décadas y media. Personalmente, le estoy muy agradecido por haber continuado como lo hace un salmón que remonta el río.

Por Carlos Burguete. Imágenes Javi Bernal.

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